Mi gratitud hacia otras personas siempre
aumentaba mi felicidad. Cada vez que me sentía poco apreciada, hacía un
recuento de todas las cosas maravillosas que me habían ocurrido recientemente y
me volvía la alegría. Agradecer lo que tengo es también una eficaz manera de
liberarme de una sensación de pérdida. Cuando soy consciente de todo el amor
que recibo, puedo olvidar rápidamente mis problemas. La gratitud es una excelente
manera de dejar de concentrarme en las situaciones negativas y fijar mi
atención en lo que está bien. Ya sea que dé las gracias a mi Fuente Divina que esta en el centro del MULTIOMNIVERSO o a
mis amigos, el simple hecho de ser consciente de lo que recibo y de expresar mi
gratitud de un modo activo, me produce el deseado estado de alegría. La gratitud incondicional hace que esas
rejas desaparezcan. El odio no sólo nos aprisiona en una pequeña celda de
auto-compasión, sino que también nos separa de aquellas personas que desean
aportar amor a nuestra vida. (El odio incluye desde la rabia hasta un deseo
aparentemente inocente de evitar a alguien.) Nuestro pasado, liberado por la
gratitud, libera a nuestro presente para que sea tal como podría ser.
Por último, el regalo más maravilloso que nos
ofrece la gratitud incondicional es la claridad y la clarividencia. Al expresar
una gratitud incondicional, comienzo a ver
que todo está aquí para bendecirme. La verdad es que no sé explicar cómo sucede
esto. Simplemente sucede. No tiene ningún sentido si lo consideramos desde el
punto de vista de nuestros procesos de pensamiento mundano. Sólo el acto real
en el que se expresa una gratitud incondicional produce el fantástico resultado
de ver con claridad. Al continuar extendiendo mi gratitud a todas las personas
de mi pasado y mi presente, comienzo a ver que todo lo que me rodea está en
verdadera armonía.
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