Las ondas cerebrales en un estado de aislación sensorial, bajan su frecuencia, porque el cerebro ya no tiene que procesar tantos estímulos.
En ese estado, se logran momentos de relajación profunda, podríamos decir que un estado de aislación cómo ese que durase unos 60 minutos, equivaldrían para nuestro cuerpo a 8 horas de sueño profundo.
Para la mente, ese estado perceptual es realmente impactante, porque como en cualquier estado de relajación profunda, los hemisferios cerebrales dejan de superponer su actividad y se sincronizan, permitiendo un estado de conciencia en el que el pensamiento fluye y se percibe como imágenes (como en un sueño, pero la diferencia es que uno está despierto).
Más allá de las sensaciones (es paradojal, porque son sensaciones sin el aparato perceptual activo y por lo tanto sensaciones totalmente diferentes), el cuerpo se abandona y uno se “siente” todo mente.
La experiencia la cuento en mi libro “
Entra en la Mente del Planeta Tierra“, por ello no voy a entrar en demasiados detalles, lo que quiero relatar aquí es
un estado totalmente nuevo en mi vida y que se iba a repetir por períodos irregulares en el tiempo, un estado al que llamé “Homostesia”, algo que tal vez definiría como “una onda encantada” en la que me subo de vez en cuando y me dura varios días.
Se trata de un estado vital y perceptual en el que suceden estas cosas:
-El “mundo” parece estar de mi parte. No hay conflictos.
-Me encuentro de excelente humor.
-Estoy llena de energía.
-Me encuentro en un estado altamente creativo y productivo.
-Mi ATENCION se fija en la belleza y en lo positivo y automáticamente mi percepción ignora totalmente lo negativo o conflictivo. No hay conflicto.
-Las situaciones fluyen sin obstáculos. Todo parece estar sincronizado y “darse bien”. Todo está perfectamente sincronizado y en un orden que no exige explicación.
-Me siento inmensamente feliz.
Estos estados comenzaron en mi vida a partir de los experimentos de aislación sensorial, los que luego repetí una y otra vez en Sao Paulo y en la Universidad de Toronto.
A través de los años me he dado cuenta de que no se dan de forma coherente en el sentido del tiempo, son aleatorios en cuanto al tiempo se refiere.
Suelen durar entre cuatro a 5 días, no más.
La primera vez que me sucedió (un año después del primer experimento) me sentía tan pero tan bien y estaba tan creativa que comencé a pintar cuadros. Yo nunca había cogido un pincel antes, y la pintura nunca me había interesado como actividad creativa porque desde niña solo había sido música.
Sin embargo tenía tanta inspiración para lo visual, que terminé haciendo la carrera universitaria de comunicación visual. Se abrió en mí el panorama infinito del lenguaje visual (algo que una psiquiatra mexicana me explicó recientemente que debía ser porque durante las experiencias de aislación sensorial tal vez se podrían haber desbloqueado zonas procesadoras de la visión y conexiones del hemisferio derecho).
Fue tan impactante para mí pasar unos días en ese estado, que pensé que tal vez era producido por un flash back de ácido lisérgico (lo había consumido desde los 13 años). Sin embargo, consulté a un profesional y éste me dijo que los síntomas que yo le describía no coincidían con los típicos flashbacks del ácido lisérgico ya que yo no sufría de ninguna alucinación o percepción alterada y el EGG no mostraba actividad anómala sino, una sorprendente armonía.
La increíble sensación de bienestar de esa primera experiencia, me hizo pensarla como si fuese un período en el que me monté en una especie de “onda encantada“.
Pero mi sorpresa vino después cuando estos períodos de “ondas encantadas” comenzaron a presentarse en mi vida muchas veces más. Con una frecuencia totalmente aleatoria en el tiempo. Año sí, año no, ya llevo 22 años de ondas encantadas.
Mi interés por la percepción humana (que ya me habían contagiado los científicos con los que trabajaba) comenzó a aumentar en la medida en la que no encontraba una explicación que pudiese describir ese estado. Los profesionales no coicidían en sus apreciaciones y comencé una serie de análisis que reflejaron dos cosas importantísimas:
1) Durante las “ondas encantadas” mi sistema inmunológico estaba totalmente alerta y en un muy buen estado.
2) Los hemisferios cerebrales mostraban bastante armonía, los análisis mostraban casi la misma actividad que cuando me he analizado mientras hacía música o cantaba (existen varios sistemas para medir la actividad cerebral como el Brainstatetrch, con el que puedes visualizar en una pantalla de ordenador la actividad de tus hemisferios cerebrales).
Bianca durante uno de los análisis de la actividad cerebral en el laboratorio Neurona (Mexicali)
Finalmente este año, y al repetirse el evento, me atreví a bautizarlo: he acuñado la palabra “HOMOSTESIA” como un determinado período de tiempo en el que el humano se encuentra por varios días en un estado perceptual que parece ser el de homeóstasis perfecta con su medioambiente.
Creo que a un artista es lo mejor que le puede pasar en cuanto a adquirir un estado perfecto para desempeñar su trabajo. En la actualidad sigo investigando y sigo sometiéndome a análisis de todo tipo (mi último análisis duró seis horas con un equipo de psiquiatras, médicos y psicólogos en el laboratorio Neurona de la ciudad de Mexicali. Tengo todo el experimento filmado en vídeo y lo proyectaré en mi
próxima conferencia del 18 de Marzo), aunque en realidad durante los días de
HOMOSTESIAme es imposible imponerme a mí misma cualquier actividad, porque es como si algo me empujase a hacer determinadas cosas, que siempre resultan estar relacionadas con el arte y la creatividad.
Escribo sin parar durante horas, o dibujo o diseño en 3D. Se me da por ponerme a bailar con mi marido, a cantar y a jugar. A finales de este año estrenaré mi
corto de animación en 3D, que está inspirado en estos estados maravillosos.
Sé que no soy la única a la que le ocurren, y por ello pienso que debe de haber un motivo biológico, genético o evolutivo para que estos períodos de alteración perceptual le sucedan a varias personas.
Si consigo entender por qué, para qué y cómo, podríamos estar más cerca de un recurso de auto-curación con un gran valor terapéutico.
Bianca Atwell